Biblioteca Central de la Universidad Nacional del Santa

INTRODUCCIÓN Cuenta la Historia que el antecedente más lejano de un periódico se registró en la época romana cuando Julio César mandó colocar dentro de la ciudad carteles con los resúmenes de las sesiones del senado y las comunicaciones de las asambleas populares. Copias de estos carteles eran elaborados por los escribanos para los extranjeros y luego esa labor pasó a ser realizada por los frailes y después por las universidades. He ahí el principio del periodismo escrito. Desde entonces hasta la actualidad el periodismo escrito ha evolucionado y se ha sofisticado hasta el límite para estar a la par con el mundo en el que existe y del cual informa. Sin embargo, la evolución del hombre ha modificado tanto su mundo que parece ya no tener espacio para el periodismo escrito: ahora la gente ya no lee papel sino pantallas de plasma y no espera a saber lo que pasó ayer sino lo que sucedió hace unos minutos o lo que está sucediendo en este instante. Ante esta cruel desventaja, muchos teóricos del periodismo han vaticinado la muerte de la prensa dentro de algunas décadas y aconsejan a los periodistas que escriben en periódicos empezar a hacerlo en los medios electrónicos. ¿Pero es esa la única salida? Los más optimistas creemos que no y nuestro optimismo radica en un género, una especie, que rescata lo mejor del periodismo escrito que no es otra cosa que el placer de leer una historia bien contada: la crónica periodística. A diferencia de los otros géneros periodísticos -nos referimos obviamente a los de tipo exclusivamente informativo- que se sofisticaron para competir contra la velocidad de los medios electrónicos haciéndose más cortos, directos y fríos, la crónica periodística evolucionó para entregar lo que la rapidez no da: detalles, análisis, interpretación, escenas, personajes, diálogos, sabores, olores, sentimientos, belleza e inmortalidad... porque una historia bien contada no se desecha, se guarda y se busca como material de consulta o de simple y llana distracción por siempre. Ahí radica la fuerza de la crónica. Por ello, la crónica periodística es actualmente uno de los géneros más usados del periodismo escrito. Lo encontramos en diarios, revistas y hasta en libros que entregan a los lectores colecciones de las mejores crónicas de un determinado periodista. Sin embargo, a pesar de que es muy empleada por los medios capitalinos e internacionales, es evidente que dicha difusión de la crónica no alcanza a los medios escritos chimbotanos. Su presencia es escasa y casi inexistente en los diarios o revistas locales, lo cual demuestra que los periodistas actuales -y locales- no le dan la importancia debida. El presente trabajo tiene por ello el objetivo de destacar el valor de la crónica, entregando un estudio que abarque -aunque sea de manera escueta- sus orígenes y su evolución en el mundo del hombre hasta convertirse en lo que considero -de forma muy personal- el mejor de los géneros del periodismo escrito y que será tal vez el que logre el milagro de hacer que la palabra escrita e impresa le sobreviva a los medios electrónicos y en especial al llamado ciberperiodismo. Pero, aún en el peor de los escenarios, en el que la prensa llegara a desaparecer, las crónicas y los cronistas nunca lo harán porque al igual que en el comienzo de los tiempos, cuando lo que sucedía en el mundo se contaba por medio de las crónicas históricas, todo parece indicar que el futuro del hombre será narrado y transmitido también por las crónicas, pero esta vez las de tipo periodístico, aquellas que cuentan lo que sucedió con belleza literaria pero rigurosidad informativa, aquellas que son narradas desde el punto de vista de una persona de carne y hueso que vive, sangra y sueña, y cuenta su realidad o la de los otros con un lenguaje tan hermoso que será imposible olvidar sus historias.